Aunque escuchaba los sermones en la iglesia y estaba siempre en la puerta, sin dudas era usado para destruir la obra que Jesús hacía.
Pero en un encuentro de mi iglesia escuché a Dios decirme:
“Ven a mis brazos. Recuerda que yo te di la vida. Te vi nacer. Tú eres mi hijo, yo soy tu Padre. Yo estuve allí cuando lloraste la ausencia de tu padre; yo también lloré. Se que te hirieron y que pusieron un dolorosa marca en ti al sufrir el abuso sexual; también de mí abusaron, me lastimaron, me golpearon. Pero hoy es tiempo de perdonar y ser perdonado. Sé libre, sé sano, presta siempre atención a mi voz”.